El padre de Alfonso fue un músico distinguido y reconocido por su versatilidad, principalmente porque sabía tocar varios instrumentos. En la época del nacimiento de su segundo hijo se desempeñaba como director de la banda del estado y de una escuela de música, que bien podía considerarse un conservatorio.
Desde muy temprana edad, Alfonso mostró su inclinación por actividades y distracciones que representaran una expansión del espíritu, por lo que disfrutaba organizando funciones de títeres o desempeñándose como cantante, tramoyista y muchas otras cosas. A los siete años decía que había heredado de su padre la afición por la música y tocaba el piano ante pequeños públicos, que lo aplaudían y estimulaban.
Su padre fue su primer maestro de solfeo y piano. Más adelante asistió a la academia de piano del presbítero don Fermín Ramírez, en donde tuvo la oportunidad de instruirse con grandes maestros como don Juan María Cisneros, el maestro Arnulfo Miramontes y el maestro Manuel M. Ponce, de los cuales recibió clases de piano, órgano, canto y composición, respectivamente. Era al maestro Manuel M. Ponce a quien reconocía como su principal apoyo en su formación musical.
En 1912 trabajó como pianista en el teatro Actualidades, donde improvisaba temas para las películas que ahí se exhibían, y al mismo tiempo se desempeñaba como organista de San José.
Para el año de 1914 llegaron a la ciudad de Aguascalientes los efectos de la Revolución Mexicana, y Alfonso, un partidario decidido de sus ideales, se enlistó en las filas del Gral. Francisco Villa. Tras dos años de campaña, fue distinguido con el grado de mayor.
Una vez calmados los ánimos, en 1917, Alfonso Esparza Oteo marcó su regreso a la vida artística con la interpretación de su foxtrot “Plenitud”, en la Escuela de Artes y Oficios de Aguascalientes. “Plenitud” es la primera pieza musical que compuso y, desde aquella primera ejecución, fue bien recibida.
En marzo de 1919, el Mtro. Esparza Oteo viajó a la Ciudad de México en busca del triunfo que le permitiera, además de alcanzar su metas, apoyar de sus padres. Su único equipaje eran varias composiciones escritas, una mente plena de inspiración y un ánimo avasallador.
Ya en la capital, se instaló en una casa de huéspedes y, decidido, comenzó a tocar puertas en busca de oportunidades. De esa forma llegó a la Casa Wagner, una de las más reconocidas, y donde le ofrecieron un empleo que aceptó. Al poco tiempo fue estimado y distinguido por su capacidad, sentido de responsabilidad y don de gente.
Como en aquellos días no había radio ni sinfonolas, sus amigos y él se tenían que valer de medios ingeniosos para la difusión de sus obras. El maestro Alfonso Esparza Oteo veía con mucha claridad la problemática y situación de los compositores de esa época, así como las necesidades que tenían, por lo que decidió que lo que más convenía era publicar por su cuenta las partituras de las composiciones que escribiera. Como inicio de este proyecto imprimió y lanzó a la venta "Plenitud", en 1919, y más adelante "Flores de Tentación", "Estambul", "La India Bonita" y el vals "Galante", entre varias más.
Entregaba personalmente sus piezas a los distribuidores del interior de la República, concediéndoles el treinta y tres por ciento de comisión. Los resultados económicos de estas acciones mejoraban cada día.
En abril de 1920 estrenó en el Teatro Lírico su canción más famosa, con la que inmortalizó su nombre: “Un Viejo Amor”, compuesta con letra del “Güero” Adolfo Fernández Bustamante. A esta canción le seguirían otros éxitos con fuerza arrolladora.
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